jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo Extra "Jesenoma". 1º Parte



El hecho de  pertenecer a una etnia minoritaria y querer ser policía no era algo demasiado común. Por norma general, los agentes de la ley y el orden no solían simpatizar con los de su estirpe. Los maoríes, solían ser los causantes de la mayoría de los altercados y disturbios de las pacíficas islas de Nueva Zelanda, o al menos, se les acusaba de ello.

Se les veía pasar la mayor parte del tiempo alcoholizados, organizando broncas en los bares que frecuentaban o mendigando por las calles. Algunos, regentaban tiendas de suvenires financiadas por el estado. Otros, los que menos, posaban en taparrabos luciendo tatuajes de quita y pon mientras cobraban por hacerse fotos con turistas. Para los neozelandeses, los maoríes eran como el pariente lejano y aprovechado al que nadie quería atender, pero que moralmente, no  podían dejar de lado. Era cierto que fueron los primeros nativos indígenas de la isla, conocidos por su ferocidad en combate y por sus temibles ritos caníbales… Pero eso formaba parte del pasado. Poco a poco, se fueron convirtiendo en una comunidad cada vez menos numerosa y odiada en silencio.

Los auténticos poblados maories aun mantenían sus tradiciones. Tenían rebaños de animales comunitarios. Estos eran atendidos por los integrantes de la comunidad, que después se repartían los beneficios y los productos a partes iguales. Los más jóvenes eran los encargados de atender el ganado en el monte, los mayores se encargaban de construir y mantener las instalaciones y trabajar el campo y los ancianos elaboraban los productos cárnicos. No había distinción entre hombres y mujeres, todos trabajaban a partes iguales. Así se venía haciendo desde hacía  muchos años, generación tras generación, nadie discutía ni rehusaba sus labores, simplemente las acataban.  Los maories eran un pueblo organizado y fiel a sus costumbres. Trabajaban y vivían en comunidad, eran generosos y atentos con los suyos y rara vez tenían problemas entre si. Socialmente no estaban bien vistos por los neozelandeses. El hecho de haberse convertido en un reclamo turístico y ejercer de bufones para divertir a las familias de turistas, que los tomaban por un puñado de salvajes domesticados, no ayudaba.

Era cierto que siempre habían sido los mas alborotadores de la isla, pero comparados con otras culturas o pueblos supuestamente civilizados, eran ciudadanos modélicos. Perfectamente podrían darle lecciones de  comportamiento y civismo a más de uno. En un sitio tan tranquilo, cualquier pequeño incidente se podía interpretar como una auténtica hecatombe. El hecho de que un maorí sacase a puñetazos de un bar a un neozelandés borracho que lo hubiese  insultado previamente, o intentado propasarse con alguna de sus mujeres acarreaba una terrible transcendencia mediática. El titular sería bastante predecible: "Un salvaje borracho agrede sin motivo a una persona civilizada". La gente se echaría las manos a la cabeza. "Eso nos pasa por dejarlos deambular libremente por nuestras calles", "deberían de estar más controlados".

En cualquier ciudad "civilizada" con gran densidad geográfica, que alguien disparase con un arma a otra persona para robarle, podría interpretarse por los más puristas como algo normal, incluso habitual, sin que tuviera mayor repercusión en los medios de comunicación. El que viese la noticia se sorprendiese durante el tiempo que el locutor o presentador de televisión estuviese narrándola, olvidándose de ella al momento en que el hombre del tiempo diese nubes y claros para el fin de semana. Si un neozelandes golpeaba a otro en una discusión originada porque un equipo de rugby había vencido a otro, no tenía mayor importancia, ya que eran "cosas sin importancia que pasan con el alcohol". Si un maorí intenta defender su honor o el de su gente, y le propinaba un par de golpes a un turista o a un neozelandés, la cosa cambiaba, ya que se trataría de "la agresión de un salvaje". Pero esto no era nada nuevo, y en gran parte este era el motivo por el que los maories preferían no relacionarse con la gente ajena a su entorno, les evitaba problemas. Creaban sus propias comunidades, estructuradas jerárquicamente por un patrón centenario:  Tribus, subtribus y familias propiamente dichas. Cada escalón tenía sus jefes, y estos interactuaban con su gente y con los responsables del escalón superior. La convivencia era sencilla, cada uno asumía su papel en función de su título jerárquico.


            Por aquel entonces, Jesenoma tenía 18 años. Había crecido en Whakarewarewa, un pequeño  poblado de la isla Norte de Nueva Zelanda. Sus padres le bautizaron con el nombre de Maui en honor a uno de los semidioses con más leyendas atribuidas de la mitología maorí. Era un joven como otro cualquiera, con sueños, aspiraciones e inquietudes, que intentaba pasar desapercibido sin meterse en problemas. Era consciente del escalafón social que él y los suyos ocupaban, pero eso no iba a hacerle desistir en alcanzar su sueño. Para un joven con los niveles de testosterona por las nubes, la idea de formar parte de los "S.T.G" neozelandeses ("Special Tactic Group") era muy atractiva. Sería fantástico. Conocería gente fuera de su entorno y nadie le juzgaría por sus raíces.

             Comenzó a preparar por su cuenta las pruebas de acceso a la academia de policía Neozelandesa. No tenía dinero para costearse una academia preparatoria, lo cual era un problema. Estas academias eran muy influyentes, pero tremendamente costosas. Tarde o temprano, la gran mayoría de sus estudiantes, superaban las pruebas de acceso. Muchos examinadores hacían la vista gorda si alguno los aspirantes procedentes de estas academias no superaba alguna de las pruebas. Decían las malas lenguas que posiblemente recibiesen algún beneficio económico por estos actos de caridad, aunque eso no podía demostrarse.

            Maui se presentó a las pruebas de acceso a la policía en cuanto cumplió la edad permitida. Llevaba meses estudiando para superar el examen de acceso. A sus padres no les hacía demasiada gracia. A los ojos de su gente, sería uno de esos "opresores" que  amargaban y acosaban injustamente al pueblo maorí, un inquisidor de los que jamás daría la razón a uno de los suyos. Nunca se opusieron a su hijo luchase por cumplir su sueño, aunque eran bastante conservadores y consideraban que Maui intentaba enrolarse en un mundo que ni le pertenecía ni le aceptaría.

Había que entender, que para un padre no era agradable ver como un  hijo se estrellaba contra la cruda realidad. Darle a entender que aunque fuera un joven inteligente, no sería valorado del mismo modo que los demás por el hecho de ser un "salvaje" no era sencillo.  Su padre le animaba a que atendiese el negocio familiar y olvidase esos sueños. Él era el orgulloso propietario y administrador de una empresa de espectáculos tradicionales para turistas, en la que ofrecían varios números, tales como danzas tribales, combates simulados con distintas armas tradicionales, talleres de manualidades, diseño de tatuajes... circo para el pueblo. No le importaba ayudar a su familia con el negocio, pero tenía sus propias metas. El sueño del joven Maorí seguía siendo formar parte de los ""S.G.T.", y no pararía hasta lograrlo.

            Maui nunca olvidaría los días en los que realizó las pruebas de acceso al cuerpo de policía, ya que estos marcaron el inicio de su nueva vida. Tuvo que desplazarse a la ciudad de Wellington, capital de Nueva Zelanda. Las pruebas se realizaban en las instalaciones de la Academia de formación policial y se desarrollarían en tres días. El primer día, tendría que superar unas pruebas de aptitud física, el segundo a un duro examen teórico y una prueba de nivel cultural. Para concluir, el tercer y último día debería superar un exhaustivo reconocimiento médico y una entrevista con varios examinadores, quienes tendrían la última palabra sobre su acceso a la academia.

Maui salió a pie de su pueblo la noche anterior. Su equipaje era una bolsa de mano en la que llevaba un pantalón corto y una camiseta, una pastilla de jabón y una toalla. Su madre le había preparado algo de comida para el camino. Eran malos tiempos y no podían permitirse gastos excesivos, así que tendría que buscarse la vida para llegar a Wellington y alojarse. Ya de  madrugada llegó a la gran urbe. Jesenoma estaba maravillado. No era la primera vez que visitaba la ciudad, pero en esta ocasión,  su sueño se estaba volviendo palpable.

Una vez en las puertas de la academia, esperó a que el resto de aspirantes llegasen. No era ajeno a la impresión que causaba en el resto de candidatos. Parecía ser que era el único aspirante maorí entre los más de 4.000 opositores que se presentaban para las 30 plazas de alumnos de la academia de formación. Los examinadores, agentes seleccionados para el proceso, también se fijaron en el joven maorí. No les agradaba la idea de que un "salvaje" entrase en su amado cuerpo y no se lo iban a poner fácil. Maui tenía por delante tres duros días.

            En esa primera jornada, debería realizar las pruebas de aptitud física Eran pruebas estándar sobre resistencia y potencia de tren superior e inferior. La prueba de  resistencia consistía en correr 4 km. en un tiempo inferior a 20 minutos Maui entró en el grupo de cabeza La prueba de potencia de tren inferior consistía en saltar verticalmente un mínimo de 40 cm., pan comido para el maorí. La cosa cambió en la prueba de potencia de tren superior. Tenía que realizar al menos 20 flexiones de brazos en un tiempo inferior a dos minutos para conseguir el 5 en esta prueba. El recorrido de cada flexión debería realizarse con la espalda totalmente recta y tocando con la barbilla en el suelo. Cada aspirante realizaría el ejercicio bajo la supervisión de un examinador. Cuando llegó el turno de Maui, este adoptó la posición correctamente. El examinador tocó el silbato y Maui comenzó a realizar las flexiones. Sus brazos comenzaron a bombear, como si de brazos hidráulicos se tratasen. Algo fallaba, Maui tenía contadas las flexiones que podía realizar en los dos minutos de tiempo. Ya había llegado al tope de flexiones que solía realizar en ese intervalo y aún no le habían mandado parar. Levantó la cabeza para ver que ocurría y observó al examinador sonreír.

-Todavía no te he dicho que empieces, maorí, no te canses inútilmente.

Maui no se inmutó, sabía lo que estaba pasando y no iba a permitir que un resentido le chafase su sueño.

-De acuerdo, esperaré a que me diga que empiece.
-Hace 1 minuto que el tiempo ha empezado a correr, si no te das prisa, no lo lograrás. –Dijo el examinador.

Sin mostrar signo de fatiga, Maui continuó realizando flexiones, el recorrido era perfecto, pero el cansancio se acumulaba.

-1 flexión... 2 flexiones... 3flexiones... nula... nula... nula... 4 flexiones... 5 flexiones... nula... nula... Si no tocas con la barbilla en el suelo, no te contaré la repetición, maorí.

Maui empezaba a enfadarse, si lo que el examinador quería era  que Maui tocase con la barbilla en el suelo, eso era lo que iba a hacer. Sacó fuerzas de flaqueza y comenzó a estrellar literalmente su mentón contra el suelo en cada repetición, procurando que sonase bien fuerte. El examinador estaba visiblemente molesto, la peculiar manera de marcar las flexiones de Jesenoma, había llamado la atención de varios aspirantes, que se habían arremolinado en torno al impetuoso maorí que ya comenzaba a sangrar  abundantemente por la barbilla. Los aspirantes estaban emocionados viendo el alarde de fuerza de Maui, animando y coreando las repeticiones. Sería demasiado obvio y descarado por parte del examinador no contabilizar las flexiones.

-25 flexiones, se acabó el tiempo. Muy flojo maorí, mucho ruido y pocas nueces, con esos brazos que tienes deberías de haber hecho más flexiones. Está claro que se te da bien llamar la atención, fíjate en el espectáculo que has montado.-dijo el examinador visiblemente molesto. -Haz el favor de limpiarte, lo estás poniendo todo perdido de sangre.

            Maui sonreía orgulloso. Sangraba por la barbilla, pero no le importaba, había dado un paso más hacia su sueño. Terminó la primera jornada entre los 100 primeros clasificados. Aunque en la prueba de potencia de tren superior había obtenido una puntuación baja, la compensó con la obtenida en las otras dos pruebas. El siguiente paso eran las pruebas de conocimientos teóricos, que se realizarían al día siguiente

            Jesenoma no tenía suficiente dinero para pagarse una habitación de hotel y tampoco conocía a nadie en la ciudad para pedirle alojamiento. Su casa estaba demasiado lejos como para ir a dormir y volver antes de que empezase el examen, así que tendría que buscar un sitio para pasar la noche. Buscó un parque por la zona para acomodarse, cenar algo y descansar, no tardó en encontrar uno próximo a la academia. El parque estaba bien cuidado. La incipiente primavera dejaba a la vista su majestuosa obra, cientos de flores ya comenzaban a mostrarse, tímidas aún, cubriendo de un arcoiris de colores los bloques de cesped y ocultando la gran cantidad de mierda de perro que había esparcida por todas partes. Se acomodó en un banco. Ya se había hecho tarde pero la temperatura era agradable, no necesitaría taparse para pasar la noche. Estaba realmente fatigado, para él, el día ya había comenzado la noche anterior cuando salió de su casa, así que no tardaría en dormirse.

Se recostó a la larga en un banco situado debajo de un cerezo y acomodó la cabeza usando su bolsa como almohada. Apenas había pasado media hora, cuando una dulce voz le despertó.

-¿Qué tal tu barbilla?

            Maui, que ya estaba medio dormido, entreabrió los ojos. Lo primero que vio fueron unos pequeños y relucientes zapatos de color negro. Por su forma y tamaño, dedujo que pertenecían a una mujer. Alzó la vista lentamente, contemplando unas largas piernas, perfectamente torneadas. Unos gemelos definidos permitían imaginarse la naturaleza atlética de su dueña, culminando con unos muslos prietos y redondeados, que daban pie a suponerse unas nalgas de similares características. Un detalle que llamó la atención de Maui era que esas piernas estaban depiladas. Maui no estaba acostumbrado a ver mujeres depiladas, la verdad era que las maories no se preocupaban demasiado de esas cosas, alguna había podido competir con él en cuanto a cantidad de vello corporal se refiere.

La misteriosa chica vestía un ridículo pantalón vaquero corto de color negro, lo suficientemente largo para pasar el corte socialmente establecido que diferenciaba a una mujer coqueta de una "descarada". Sus caderas eran perfectas en proporción a sus piernas. Si la madre de Maui la viera, pensaría que esas caderas no eran las adecuadas para una mujer casadera.  Defendía que una joven debía tener caderas anchas para poder dar a luz a sus hijos sin problemas. Encima de un cinturón de cuero con una hebilla un tanto ostentosa, se asomaba tímidamente un   vientre totalmente liso. Una camiseta de tirante de color blanca, un tanto ceñida, que le llegaba por debajo del ombligo regalaba a la vista un sutil escote. Esos senos eran perfectos, ni muy grandes ni muy pequeños, redondeados y bien colocados. La ley de la gravedad aún no se había fijado en ellos. Ayudaba a mejorar la panorámica el hecho de que sus brazos estuviesen casualmente cruzados por debajo de sus pechos, realzándolos de modo que a Maui le estaba costando llegar a mirarle a la cara.

-Estoy aquí arriba. -dijo la joven desconocida chasqueando los dedos ante Maui, que se había quedado embobado ante los atributos mamarios de la joven.

            Maui, avergonzado y sobresaltado, la miró a la cara. Inmediatamente se olvidó del resto de su cuerpo. Era jodidamente hermosa. Cómo si alguien le hubiera arrancado de cuajo  la cara a un ángel y se la hubiera regalado a la joven desconocida. Una melena rubia caía como una cascada sobre sus hombros. A la vista quedaban dos ojazos verdeazulados, que absorbían la mirada del maorí. Era imposible no quedarse prendado de esos ojos. Su nariz era pequeñita y respingona y su boca perfecta. Sus labios, carnosos y estilizados acababan de completar el cuadro.

-Me estas devorando con la mirada. Menudo repaso que acabas de darme

 -Así vestida.... Como pretendes que te mire a los ojos...  pensó Jesenoma. -Perdona, -dijo incorporándose, - Cuando me hablaste estaba medio dormido y al verte, no sabía si aún soñaba o ya estaba despierto.

            Maui se acababa de escuchar. Lo que había dicho podía sonar como un cumplido, aunque el lo había dicho a modo de disculpa por haberse quedado mirándole los pechos. Jesenoma no era uno de esos tipos que piropeaban a las mujeres. Era bastante tímido, además, tenía el mismo tacto para manejar una situación de cortejo recurriendo a las adulaciones, que el que tiene una piara de jabalíes ante un charco de barro. A su favor, podía presumir de ser un hombre educado y sabía que mirar fijamente los senos de una mujer, que ni siquiera conocía, no era lo correcto. La joven se sonrojó, no parecía haberse tomado a mal el comentario de Maui.

-Vaya, no se si tomármelo como un cumplido... Me llamo Nyree, te he visto haciendo las pruebas en la academia. Me ha gustado tu manera de hacer flexiones, has dejado bastante mal a ese examinador.
-Entonces... ¿tú también has hecho las pruebas?, ¿verdad?
-No, yo era una de las examinadoras.
-Vaya...

-Sí, y mañana mismo informaré de que estabas tirado en un parque, durmiendo en un banco   como un vagabundo, mirándole los pechos a las mujeres y diciéndoles groserías. Eso no dice nada en tu favor - Dijo Nyree con un tono de voz bastante serio.

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