El
hecho de pertenecer a una etnia
minoritaria y querer ser policía no era algo demasiado común. Por norma
general, los agentes de la ley y el orden no solían simpatizar con los de su
estirpe. Los maoríes, solían ser los causantes de la mayoría de los altercados
y disturbios de las pacíficas islas de Nueva Zelanda, o al menos, se les
acusaba de ello.
Se
les veía pasar la mayor parte del tiempo alcoholizados, organizando broncas en
los bares que frecuentaban o mendigando por las calles. Algunos, regentaban
tiendas de suvenires financiadas por el estado. Otros, los que menos, posaban
en taparrabos luciendo tatuajes de quita y pon mientras cobraban por hacerse
fotos con turistas. Para los neozelandeses, los maoríes eran como el pariente
lejano y aprovechado al que nadie quería atender, pero que moralmente, no podían dejar de lado. Era cierto que fueron
los primeros nativos indígenas de la isla, conocidos por su ferocidad en combate
y por sus temibles ritos caníbales… Pero eso formaba parte del pasado. Poco a
poco, se fueron convirtiendo en una comunidad cada vez menos numerosa y odiada
en silencio.
Los
auténticos poblados maories aun mantenían sus tradiciones. Tenían rebaños de
animales comunitarios. Estos eran atendidos por los integrantes de la
comunidad, que después se repartían los beneficios y los productos a partes
iguales. Los más jóvenes eran los encargados de atender el ganado en el monte,
los mayores se encargaban de construir y mantener las instalaciones y trabajar
el campo y los ancianos elaboraban los productos cárnicos. No había distinción
entre hombres y mujeres, todos trabajaban a partes iguales. Así se venía
haciendo desde hacía muchos años,
generación tras generación, nadie discutía ni rehusaba sus labores, simplemente
las acataban. Los maories eran un pueblo
organizado y fiel a sus costumbres. Trabajaban y vivían en comunidad, eran
generosos y atentos con los suyos y rara vez tenían problemas entre si.
Socialmente no estaban bien vistos por los neozelandeses. El hecho de haberse
convertido en un reclamo turístico y ejercer de bufones para divertir a las
familias de turistas, que los tomaban por un puñado de salvajes domesticados,
no ayudaba.
Era
cierto que siempre habían sido los mas alborotadores de la isla, pero
comparados con otras culturas o pueblos supuestamente civilizados, eran
ciudadanos modélicos. Perfectamente podrían darle lecciones de comportamiento y civismo a más de uno. En un
sitio tan tranquilo, cualquier pequeño incidente se podía interpretar como una
auténtica hecatombe. El hecho de que un maorí sacase a puñetazos de un bar a un
neozelandés borracho que lo hubiese
insultado previamente, o intentado propasarse con alguna de sus mujeres
acarreaba una terrible transcendencia mediática. El titular sería bastante
predecible: "Un salvaje borracho agrede sin motivo a una persona
civilizada". La gente se echaría las manos a la cabeza. "Eso nos pasa
por dejarlos deambular libremente por nuestras calles", "deberían de
estar más controlados".
En
cualquier ciudad "civilizada" con gran densidad geográfica, que
alguien disparase con un arma a otra persona para robarle, podría interpretarse
por los más puristas como algo normal, incluso habitual, sin que tuviera mayor
repercusión en los medios de comunicación. El que viese la noticia se
sorprendiese durante el tiempo que el locutor o presentador de televisión
estuviese narrándola, olvidándose de ella al momento en que el hombre del
tiempo diese nubes y claros para el fin de semana. Si un neozelandes golpeaba a
otro en una discusión originada porque un equipo de rugby había vencido a otro,
no tenía mayor importancia, ya que eran "cosas sin importancia que pasan
con el alcohol". Si un maorí intenta defender su honor o el de su gente, y
le propinaba un par de golpes a un turista o a un neozelandés, la cosa
cambiaba, ya que se trataría de "la agresión de un salvaje". Pero
esto no era nada nuevo, y en gran parte este era el motivo por el que los
maories preferían no relacionarse con la gente ajena a su entorno, les evitaba
problemas. Creaban sus propias comunidades, estructuradas jerárquicamente por un
patrón centenario: Tribus, subtribus y familias
propiamente dichas. Cada escalón tenía sus jefes, y estos interactuaban con su
gente y con los responsables del escalón superior. La convivencia era sencilla,
cada uno asumía su papel en función de su título jerárquico.
Por aquel entonces, Jesenoma tenía
18 años. Había crecido en Whakarewarewa, un pequeño poblado de la isla Norte de Nueva Zelanda.
Sus padres le bautizaron con el nombre de Maui en honor a uno de los semidioses
con más leyendas atribuidas de la mitología maorí. Era un joven como otro
cualquiera, con sueños, aspiraciones e inquietudes, que intentaba pasar
desapercibido sin meterse en problemas. Era consciente del escalafón social que
él y los suyos ocupaban, pero eso no iba a hacerle desistir en alcanzar su
sueño. Para un joven con los niveles de testosterona por las nubes, la idea de
formar parte de los "S.T.G" neozelandeses ("Special Tactic
Group") era muy atractiva. Sería fantástico. Conocería gente fuera de
su entorno y nadie le juzgaría por sus raíces.
Comenzó a preparar por su cuenta las pruebas
de acceso a la academia de policía Neozelandesa. No tenía dinero para costearse
una academia preparatoria, lo cual era un problema. Estas academias eran muy
influyentes, pero tremendamente costosas. Tarde o temprano, la gran mayoría de
sus estudiantes, superaban las pruebas de acceso. Muchos examinadores hacían la
vista gorda si alguno los aspirantes procedentes de estas academias no superaba
alguna de las pruebas. Decían las malas lenguas que posiblemente recibiesen
algún beneficio económico por estos actos de caridad, aunque eso no podía
demostrarse.
Maui se presentó a las pruebas de
acceso a la policía en cuanto cumplió la edad permitida. Llevaba meses estudiando
para superar el examen de acceso. A sus padres no les hacía demasiada gracia. A
los ojos de su gente, sería uno de esos "opresores" que amargaban y acosaban injustamente al pueblo
maorí, un inquisidor de los que jamás daría la razón a uno de los suyos. Nunca
se opusieron a su hijo luchase por cumplir su sueño, aunque eran bastante
conservadores y consideraban que Maui intentaba enrolarse en un mundo que ni le
pertenecía ni le aceptaría.
Había
que entender, que para un padre no era agradable ver como un hijo se estrellaba contra la cruda realidad.
Darle a entender que aunque fuera un joven inteligente, no sería valorado del
mismo modo que los demás por el hecho de ser un "salvaje" no era
sencillo. Su padre le animaba a que
atendiese el negocio familiar y olvidase esos sueños. Él era el orgulloso
propietario y administrador de una empresa de espectáculos tradicionales para
turistas, en la que ofrecían varios números, tales como danzas tribales,
combates simulados con distintas armas tradicionales, talleres de manualidades,
diseño de tatuajes... circo para el pueblo. No le importaba ayudar a su familia
con el negocio, pero tenía sus propias metas. El sueño del joven Maorí seguía
siendo formar parte de los ""S.G.T.", y no pararía hasta
lograrlo.
Maui nunca olvidaría los días en los
que realizó las pruebas de acceso al cuerpo de policía, ya que estos marcaron
el inicio de su nueva vida. Tuvo que desplazarse a la ciudad de Wellington,
capital de Nueva Zelanda. Las pruebas se realizaban en las instalaciones de la
Academia de formación policial y se desarrollarían en tres días. El primer día,
tendría que superar unas pruebas de aptitud física, el segundo a un duro examen
teórico y una prueba de nivel cultural. Para concluir, el tercer y último día
debería superar un exhaustivo reconocimiento médico y una entrevista con varios
examinadores, quienes tendrían la última palabra sobre su acceso a la academia.
Maui
salió a pie de su pueblo la noche anterior. Su equipaje era una bolsa de mano
en la que llevaba un pantalón corto y una camiseta, una pastilla de jabón y una
toalla. Su madre le había preparado algo de comida para el camino. Eran malos
tiempos y no podían permitirse gastos excesivos, así que tendría que buscarse
la vida para llegar a Wellington y alojarse. Ya de madrugada llegó a la gran urbe. Jesenoma
estaba maravillado. No era la primera vez que visitaba la ciudad, pero en esta
ocasión, su sueño se estaba volviendo
palpable.
Una
vez en las puertas de la academia, esperó a que el resto de aspirantes
llegasen. No era ajeno a la impresión que causaba en el resto de candidatos.
Parecía ser que era el único aspirante maorí entre los más de 4.000 opositores
que se presentaban para las 30 plazas de alumnos de la academia de formación.
Los examinadores, agentes seleccionados para el proceso, también se fijaron en
el joven maorí. No les agradaba la idea de que un "salvaje" entrase en
su amado cuerpo y no se lo iban a poner fácil. Maui tenía por delante tres
duros días.
En esa primera jornada, debería
realizar las pruebas de aptitud física Eran pruebas estándar sobre resistencia
y potencia de tren superior e inferior. La prueba de resistencia consistía en correr 4 km. en un
tiempo inferior a 20 minutos Maui entró en el grupo de cabeza La prueba de
potencia de tren inferior consistía en saltar verticalmente un mínimo de 40
cm., pan comido para el maorí. La cosa cambió en la prueba de potencia de tren
superior. Tenía que realizar al menos 20 flexiones de brazos en un tiempo
inferior a dos minutos para conseguir el 5 en esta prueba. El recorrido de cada
flexión debería realizarse con la espalda totalmente recta y tocando con la
barbilla en el suelo. Cada aspirante realizaría el ejercicio bajo la
supervisión de un examinador. Cuando llegó el turno de Maui, este adoptó la
posición correctamente. El examinador tocó el silbato y Maui comenzó a realizar
las flexiones. Sus brazos comenzaron a bombear, como si de brazos hidráulicos
se tratasen. Algo fallaba, Maui tenía contadas las flexiones que podía realizar
en los dos minutos de tiempo. Ya había llegado al tope de flexiones que solía
realizar en ese intervalo y aún no le habían mandado parar. Levantó la cabeza
para ver que ocurría y observó al examinador sonreír.
-Todavía no te
he dicho que empieces, maorí, no te canses inútilmente.
Maui no se
inmutó, sabía lo que estaba pasando y no iba a permitir que un resentido le
chafase su sueño.
-De acuerdo,
esperaré a que me diga que empiece.
-Hace
1 minuto que el tiempo ha empezado a correr, si no te das prisa, no lo lograrás.
–Dijo el examinador.
Sin
mostrar signo de fatiga, Maui continuó realizando flexiones, el recorrido era
perfecto, pero el cansancio se acumulaba.
-1 flexión... 2
flexiones... 3flexiones... nula... nula... nula... 4 flexiones... 5
flexiones... nula... nula... Si no tocas con la barbilla en el suelo, no te
contaré la repetición, maorí.
Maui
empezaba a enfadarse, si lo que el examinador quería era que Maui tocase con la barbilla en el suelo,
eso era lo que iba a hacer. Sacó fuerzas de flaqueza y comenzó a estrellar
literalmente su mentón contra el suelo en cada repetición, procurando que
sonase bien fuerte. El examinador estaba visiblemente molesto, la peculiar
manera de marcar las flexiones de Jesenoma, había llamado la atención de varios
aspirantes, que se habían arremolinado en torno al impetuoso maorí que ya
comenzaba a sangrar abundantemente por
la barbilla. Los aspirantes estaban emocionados viendo el alarde de fuerza de
Maui, animando y coreando las repeticiones. Sería demasiado obvio y descarado
por parte del examinador no contabilizar las flexiones.
-25 flexiones,
se acabó el tiempo. Muy flojo maorí, mucho ruido y pocas nueces, con esos
brazos que tienes deberías de haber hecho más flexiones. Está claro que se te
da bien llamar la atención, fíjate en el espectáculo que has montado.-dijo el
examinador visiblemente molesto. -Haz el favor de limpiarte, lo estás poniendo
todo perdido de sangre.
Maui sonreía orgulloso. Sangraba por
la barbilla, pero no le importaba, había dado un paso más hacia su sueño. Terminó
la primera jornada entre los 100 primeros clasificados. Aunque en la prueba de
potencia de tren superior había obtenido una puntuación baja, la compensó con
la obtenida en las otras dos pruebas. El siguiente paso eran las pruebas de
conocimientos teóricos, que se realizarían al día siguiente
Jesenoma no tenía suficiente dinero
para pagarse una habitación de hotel y tampoco conocía a nadie en la ciudad
para pedirle alojamiento. Su casa estaba demasiado lejos como para ir a dormir
y volver antes de que empezase el examen, así que tendría que buscar un sitio
para pasar la noche. Buscó un parque por la zona para acomodarse, cenar algo y
descansar, no tardó en encontrar uno próximo a la academia. El parque estaba
bien cuidado. La incipiente primavera dejaba a la vista su majestuosa obra,
cientos de flores ya comenzaban a mostrarse, tímidas aún, cubriendo de un
arcoiris de colores los bloques de cesped y ocultando la gran cantidad de
mierda de perro que había esparcida por todas partes. Se acomodó en un banco. Ya
se había hecho tarde pero la temperatura era agradable, no necesitaría taparse
para pasar la noche. Estaba realmente fatigado, para él, el día ya había
comenzado la noche anterior cuando salió de su casa, así que no tardaría en
dormirse.
Se
recostó a la larga en un banco situado debajo de un cerezo y acomodó la cabeza usando
su bolsa como almohada. Apenas había pasado media hora, cuando una dulce voz le
despertó.
-¿Qué tal tu
barbilla?
Maui, que ya estaba medio dormido,
entreabrió los ojos. Lo primero que vio fueron unos pequeños y relucientes
zapatos de color negro. Por su forma y tamaño, dedujo que pertenecían a una
mujer. Alzó la vista lentamente, contemplando unas largas piernas,
perfectamente torneadas. Unos gemelos definidos permitían imaginarse la
naturaleza atlética de su dueña, culminando con unos muslos prietos y
redondeados, que daban pie a suponerse unas nalgas de similares
características. Un detalle que llamó la atención de Maui era que esas piernas
estaban depiladas. Maui no estaba acostumbrado a ver mujeres depiladas, la
verdad era que las maories no se preocupaban demasiado de esas cosas, alguna
había podido competir con él en cuanto a cantidad de vello corporal se refiere.
La
misteriosa chica vestía un ridículo pantalón vaquero corto de color negro, lo
suficientemente largo para pasar el corte socialmente establecido que
diferenciaba a una mujer coqueta de una "descarada". Sus caderas eran
perfectas en proporción a sus piernas. Si la madre de Maui la viera, pensaría
que esas caderas no eran las adecuadas para una mujer casadera. Defendía que una joven debía tener caderas
anchas para poder dar a luz a sus hijos sin problemas. Encima de un cinturón de
cuero con una hebilla un tanto ostentosa, se asomaba tímidamente un vientre totalmente liso. Una camiseta de
tirante de color blanca, un tanto ceñida, que le llegaba por debajo del ombligo
regalaba a la vista un sutil escote. Esos senos eran perfectos, ni muy grandes
ni muy pequeños, redondeados y bien colocados. La ley de la gravedad aún no se
había fijado en ellos. Ayudaba a mejorar la panorámica el hecho de que sus
brazos estuviesen casualmente cruzados por debajo de sus pechos, realzándolos
de modo que a Maui le estaba costando llegar a mirarle a la cara.
-Estoy aquí
arriba. -dijo la joven desconocida chasqueando los dedos ante Maui, que se
había quedado embobado ante los atributos mamarios de la joven.
Maui, avergonzado y sobresaltado, la
miró a la cara. Inmediatamente se olvidó del resto de su cuerpo. Era jodidamente
hermosa. Cómo si alguien le hubiera arrancado de cuajo la cara a un ángel y se la hubiera regalado a
la joven desconocida. Una melena rubia caía como una cascada sobre sus hombros.
A la vista quedaban dos ojazos verdeazulados, que absorbían la mirada del
maorí. Era imposible no quedarse prendado de esos ojos. Su nariz era pequeñita
y respingona y su boca perfecta. Sus labios, carnosos y estilizados acababan de
completar el cuadro.
-Me estas devorando
con la mirada. Menudo repaso que acabas de darme
-Así vestida.... Como pretendes que te mire a
los ojos... pensó Jesenoma. -Perdona,
-dijo incorporándose, - Cuando me hablaste estaba medio dormido y al verte, no
sabía si aún soñaba o ya estaba despierto.
Maui se acababa de escuchar. Lo que
había dicho podía sonar como un cumplido, aunque el lo había dicho a modo de
disculpa por haberse quedado mirándole los pechos. Jesenoma no era uno de esos
tipos que piropeaban a las mujeres. Era bastante tímido, además, tenía el mismo
tacto para manejar una situación de cortejo recurriendo a las adulaciones, que
el que tiene una piara de jabalíes ante un charco de barro. A su favor, podía
presumir de ser un hombre educado y sabía que mirar fijamente los senos de una
mujer, que ni siquiera conocía, no era lo correcto. La joven se sonrojó, no
parecía haberse tomado a mal el comentario de Maui.
-Vaya, no se si
tomármelo como un cumplido... Me llamo Nyree, te he visto haciendo las pruebas
en la academia. Me ha gustado tu manera de hacer flexiones, has dejado bastante
mal a ese examinador.
-Entonces... ¿tú
también has hecho las pruebas?, ¿verdad?
-No, yo era una
de las examinadoras.
-Vaya...
-Sí, y mañana
mismo informaré de que estabas tirado en un parque, durmiendo en un banco como un vagabundo, mirándole los pechos a
las mujeres y diciéndoles groserías. Eso no dice nada en tu favor - Dijo Nyree
con un tono de voz bastante serio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario