Reconocimiento
La
emboscada había tenido lugar no muy lejos de la destartalada posición que ahora
ocupaban. El pelotón de Milej llevaba cuatro días en la zona. En esta ocasión,
la misión se desarrollaba en La Guayana Francesa, una región de ultramar del Gobierno Francés,
ubicaba en la costa Norte de América del Sur. Los hombres de El Reducto
recorrían a pie la cuenca del río Maroni, en la zona fronteriza con Surinam. Su
misión era obtener toda la información posible sobre el terreno y su presencia
en la zona debería pasar totalmente inadvertida.
Obtener
esta información era de vital importancia. Los servicios de inteligencia habían
ubicado el campamento principal de Dowert Jun en esa zona. Jun era un ex
militar farnces , natural de la Guayana. Lideraba un movimiento por
la independencia de la Guayana del País Francés. Por sus métodos, se había convertido
en un genocida buscado por la justicia. La Guayana era uno de los últimos
territorios europeos en América del Sur, y teniendo en cuenta que Francia era
miembro del comité de naciones civilizadas, una invasión de terreno por la
fuerza podía derivar en un conflicto internacional de grandes dimensiones.
Ahora
tocaba precisar el lugar exacto y los medios de los que disponían. El siguiente
paso sería coger a Jun con vida y presentarlo a las autoridades para ser
juzgado. El tiempo del que disponían para reconocer el área asignada eran 168
horas, una semana. Transcurrido ese
tiempo, un helicóptero de la unidad iría a recogerlos a un punto de extracción.
Jun había aprovechado a su favor un
conflicto existente en la zona para aliarse con Surinam, país fronterizo. Desde
hacía muchos años, Surinam reclamaba el área entre los ríos Litani y Maroni,
zona totalmente selvática ubicada en territorio galo. El Gobierno Francés se
negó a ceder este terreno y hasta la fecha, Surinam se mantenía diplomático.
Con el respaldo de Jun y la promesa de hacer entrega de este territorio tras
proclamar la independencia, Surinam empleó la fuerza para invadirlo. El
gobierno de Surinam movilizó a las fuerzas guerrilleras indígenas que
ocupaban esa zona, los conocidos “Les
noirs marrons”, antiguos esclavos que se rebelaron y huyeron de las
plantaciones para refugiarse en los bosques y ríos. Jun les dotó de armamento,
les prometió inmunidad diplomática por las acciones y crímenes cometidos
durante la revolución y les garantizó un hogar y puestos de trabajo dentro de
su ejército al terminar el conflicto para todo aquel que lo desease.
“Les noirs marrons” no eran un adversario a
quien tomarse a la ligera, con el paso de los años se habían establecido y
adaptado perfectamente a ese territorio.
El Gobierno Francés respondió a esta invasión de
territorio movilizando a la élite de su ejército, la Legión Extranjera, que
envió a la zona tres de sus once regimientos. La continua guerra de guerrillas,
mermó sus efectivos de forma alarmante. La situación del Gobierno galo era
complicada. Sin poder hacer frente a una invasión de territorio y en vista del elevado número de bajas sufridas en sus filas, el gobierno decidió replegar sus tropas
y solicitar colaboración a los hombre de El Reducto
Tras apilar los cadáveres de
los guerrilleros abatidos, Milej hizo unas anotaciones sobre el armamento
empleado por el enemigo en una pequeña libreta. El Sargento tomaba notas
constantemente, pero lo hacía de modo que nadie pudiera entender ni descifrar lo
que escribía. Empleaba un sistema de signos encriptado que él mismo había
diseñado. En caso de que cayese, en su despacho, guardaba un manuscrito en el
que explicaba con detalle como traducir sus textos. Contabilizó dos
ametralladoras ligeras y cuatro fusiles de asalto de calibre 5,56. Llevaban
poca munición, 4 cargadores completos para los fusileros colgados en unas
cinchas artesanales y dos cajas con 300 cartuchos colocados en cintas para las
ametralladoras. No portaban más equipo y vestían ropa oscura.
Milej comprobó en el plano
las coordenadas de la casa, anotándolas en su libreta. A continuación se
dirigió a sus compañeros:
– Deberíamos examinar el lugar donde nos
emboscaron, no sabemos si se trata de un asentamiento permanente o tan sólo de
un punto de emboscada aislado
–Estos hijos de puta no llevaban ningún tipo de emisora,–sentenció "Rino"– podría tratarse de unas posiciones
permanentes con unas transmisiones fijas instaladas.
–No necesariamente, –intervino Milej.– Puede que se comunicasen a través de un
mensajero.
–No llevaban comida ni demasiado equipo. O
bien guardan su alimento en algún campamento, o montan guardia unas horas al
día y después se largan. –Concluyó Jesenoma–.
Milej reflexion,o un
instante, se agach,o y comenzó a trazar líneas imaginarias en el suelo con su
dedo, se rascó la barbilla pensativo y se incorporó nuevamente.
–Bien, volveremos a la zona donde nos
emboscaron y echaremos un vistazo. Avanzaremos en hilera, dejando una distancia
de 4 metros entre hombre y hombre.
El maorí sacó de su mochila
un pequeño y sofisticado detector de explosivos del tamaño de una caja de
cerillas. Era un artefacto de última generación, detectaba cualquier tipo de
sustancia explosiva envuelta o empaquetada en cualquier tipo de material con
una precisión milimétrica. Una pequeña pantalla hacía las veces de sónar, si
había un artefacto en 10 metros a la redonda, el detector lo señalizaría. Lo
encendió y comprobó que funcionaba correctamente, a continuación, lo acopló a
su fusil. El único problema del sónar era su escasa autonomía. La batería
duraba muy poco y debían reservarlo para ocasiones puntuales.
Los tres Combatientes
avanzaban en hilera. Jesenoma, que encabezaba el grupo, barría el frente con el
detector de explosivos. No tardaron en llegar a la zona donde les habían
tendido la emboscada. A una distancia prudencial, y aprovechando una pequeña
depresión del terreno, Jesenoma hizo cuerpo a tierra y realizó una señal a sus
compañeros para reagruparse. Todos se sorprendieron al ver lo que tenían delante
de sus ojos. Tal vez habían subestimado la capacidad de organización del
enemigo. Frente a ellos se alzaba una auténtica posición defensiva con todo
lujo de detalles. Se encontraba perfectamente camuflada y ubicada en el
terreno, motivo por el que el pelotón de Milej no pudo localizarla antes de ser
atacados. Constaba de tres pozos de tirador, todos ellos meticulosamente
camuflados con ramas y arbustos del entorno. Una hilera de sacos terreros,
servían de parapeto a los pozos, que se comunicaban entre si por un único ramal
de unos 10 metros de largo, 1,30 metros de ancho y casi 2 metros de
profundidad. Un hombre podría caminar por ese pasillo, totalmente erguido sin
ser detectado desde el exterior. A simple vista parecía que no había nadie en
los pozos, pero no podían darlo por hecho, había que limpiar la posición
defensiva al completo.
Antes de continuar, Milej
marcó en el plano la ubicación de la posición y tomó fotografías de la zona con
una microcámara que llevaba incorporada en su casco. La cámara funcionaba con
una batería de litio, tenía una autonomía aproximada de 60 minutos y almacenaba
toda la información en una tarjeta de memoria. Era un aparato muy simple,
incluso arcaico teniendo en cuenta los medios tecnológicos existentes, pero era
efectivo, muy resistente y funcionaba en cualquier circunstancia. Su reducido
tamaño permitía llevarla incrustada en el interior del casco sin molestar a su
portador y sin que este tuviera que preocuparse en enfocar al objetivo. Se
podía extraer mucha información de esas imágenes: Criterios en los que se
basaba el enemigo para colocar sus posiciones defensivas, materiales y métodos
de construcción que empleaban, sistemas defensivos, organización, cantidad de
personal que designaba para cada posición, equipo, nivel económico... Los
analistas de la unidad sabían hacer su trabajo, y podían apreciar cualquier
detalle, por insignificante que este pareciera.
–Vamos a entrar –dijo Milej.–. No podemos descartar que haya algún enemigo dentro. Primero entraréis
vosotros dos, os cubriré desde el exterior. En cuanto verifiquemos que la
posición está limpia, trazaremos un plan de acción. La consigna para la
limpieza de la posición es sencilla, disparad a todo lo que se mueva.
Jesenoma
alimentó su fusil introduciendo un cartucho en la récamara, miró a sus
compañeros y sin dudar un instante comenzó a correr hacia la posición
defensiva. Al llegar a la altura del primer pozo se lanzó en plancha y se metió
de cabeza al mismo a través del pequeño hueco que quedaba entre el techo y los
sacos terreros... al instante, la mano de Jesenoma apareció por el hueco que le
había servido de entrada, haciendo una clara y visible señal que daba carta
blanca a su compañero para entrar. "Rino" empleó la misma técnica de
entrada que Jesenoma, lanzándose también al interior del pozo. Coordinado con
la entrada del Cabo, el Combatiente Distinguido salió al ramal, encarando el
pasillo que comunicaba los tres pozos. Se agachó reduciendo así su silueta y
mientras apuntaba con su fusil al frente, avanzó decidido a través de la
galería hasta la entrada del segundo pozo. "Rino" se acercó a la
salida del primer pozo y apoyó su fusil en una esquina, apuntando por encima de
la cabeza de su compañero y cubriendo el pasillo por el que discurría.
Pasados unos minutos, una
mano apareció en el tercer pozo, era "Rino" haciendo una señal a
Milej para indicarle que la posición estaba limpia. El Sargento, que había
estado vigilando el perímetro, se adentró en la trinchera por el mismo lugar
que sus compañeros y avanzó por el pasillo de la fortificación hasta la entrada
del tercer pozo, lugar donde se encontraban "Rino" y Jesenoma. Justo
cuando iba a entrar, Jesenoma lo detuvo, El detector de explosivos parpadeaba,
había localizado algo en la estancia. Por las indicaciones del detector, se
trataba de una carga de pequeñas dimensiones, y estaba a menos de un metro.
El maorí observaba
detenidamente. El suelo estaba cubierto por una lona de plástico y había varios
casquillos de munición de ametralladora esparcidos. Una pequeña estantería de
madera y dos sillas eran todo lo que había en su interior. Jesenoma levantó
cuidadosamente la lona del suelo y descubrió una caja de madera semienterrada.
Al abrirla su rostro se iluminó. En su interior había varias cajas de munición
con el emblema del ejército Francés, tres tarjetas de identidad profesional de
oficiales del ejército galo y un fajo de billetes atados con una goma elástica.
Esta era una situación de manual, demasiadas cosas bonitas juntas en una caja.
Tras observar detenidamente, descubrió un sedal atado a la goma que unía el
fajo de billetes. Tenía su origen en una de las cajas de munición. Sus dudas se
despejaron al ver un poco de explosivo plástico salir por uno de los bordes de
la caja. Se trataba de una trampa. Si tiraba del fajo de billetes, arrastraría
consigo el sedal, activando la carga explosiva.
La primera norma a la hora
de manipular cualquier artefacto explosivo era sencilla: si no sabes lo qué es
o no sabes desactivarlo, no lo toques.
Jesenoma comprobó que el sedal
no se encontraba en tensión, levantó con delicadeza el fajo de billetes, sacó
su machete y con cuidado, realizó un corte sobre la caja de cartón en la que se
escondía el cable, abriéndola con delicadeza. Se sorprendió al descubrir el
mecanismo de la trampa, habían hecho un buen trabajo de ocultación. La caja de munición
escondía una granada de mano de pequeñas dimensiones, cubierta de explosivo
plástico y fijada con silicona al fondo de la caja. Jesenoma sacó unos
alicates y cortó el sedal.
–Solucionado. El sedal estaba atado a la
arandela de esta granada de mano, si llegas a tirar del fajo de billetes,
habrías arrastrado la arandela, quitando el seguro de pasador de la granada y
la hubieras hecho explotar. La espoleta que permite quitar la arandela estaba
presionada y pegada con cinta aislante al cuerpo de la granada, así que no
hubiera hecho falta tirar muy fuerte para activar la trampa. Resumiendo, si
tiras del fajo de billetes, tiras de la
anilla y la granada explota.
Jesenoma siguió mirando la
caja con cuidado, no había que descartar la existencia de más trampas. En una
ocasión, durante el reconocimiento de una casa, Jesenoma llegó a desactivar
hasta 17 artefactos explosivos, todos ellos repartidos y camuflados por la
estancia. Desde pequeñas cargas colocadas bajo baldosas que se accionaban al
pisarlas, hasta una consistente en un amasijo de más de 5 Kilos de explosivo
plástico, con clavos y tuercas pegados, todo ello dentro de una olla Express.
–Por
cierto, los billetes son falsos. Las tarjetas de identidad profesional
francesas parecen auténticas, pero no sabría decírtelo con total seguridad.
Creo que no son más que simples reclamos. –concluyó Jesenoma–
–Compañeros,
como siempre, buen trabajo –Dijo Milej–. Tenemos que reconocer las instalaciones, no podemos perder mucho tiempo
aquí. Rino, vete al primer pozo y cubre el flanco derecho, Jesenoma
tú quédate aquí cubriendo el flanco izquierdo.
Milej activó su cámara de
video y empezó a caminar. Realmente se habían esmerado en la construcción de la
posición defensiva, se veía que habían invertido muchas horas de trabajo. El
encargado de diseñarla sabía lo que hacía, esto no era obra de unos indígenas
medio salvajes, había alguien mas detrás de todo esto.
El primer pozo tenía una
profundidad de 1,5 metros respecto al nivel del suelo y casi tres metros de
ancho por dos de largo. Las paredes del pozo estaban cargadas con hormigón. Por
la posición de los sacos terreros del exterior, parecía que estuviese preparado
para alojar una ametralladora. Dos pequeñas estacas clavadas enfrente,
delimitaban el sector de tiro de la misma, impidiendo que la máquina se moviese
más allá del espacio permitido por estas. Había casquillos del calibre 7,62 en
el suelo, calibre empleado por las máquinas que portaban los guerrilleros que
habían abatido. Dos viejas sillas y una estantería de madera con dos
cajas de munición y un cartón de cigarrillos eran todo el mobiliario del pozo.
En una esquina había un caldero con heces y orina, estaba lleno y por el olor,
las deposiciones parecían recientes.
El segundo pozo era más
amplio que el primero, sus paredes también estaban cargadas de hormigón, pero
esta estancia parecía mas bien un puesto de mando que una posición de tiro. Una
destartalada mesa de madera que debido a algún milagro se tenía en pie, ocupaba
el centro de la estancia. En una de las esquinas había varias cajas con fruta,
agua embotellada y comida enlatada. Milej observó detenidamente. Las etiquetas
de todos los alimentos estaban escritas en francés.
Milej casi daba por
finalizado el reconocimiento, cuando algo
llamó su atención. Extendido sobre la mesa y pegado a esta con resina
por sus cuatro esquinas había un papel. Se acercó con un pequeño hormigueo de
satisfacción en su estómago. Bingo. Era un plano dibujado a mano alzada,
aparentemente de la zona, según intuyó Milej a primera vista. En él se veían
garabateados varias cruces y círculos de distintos tamaños y colores. Milej le
tomó varias fotografías, a continuación, lo agarró con cuidado, despegando sus
bordes y le dio la vuelta. En el reverso había unas coordenadas escritas. Milej
las anotó en su cuaderno y volvió a dejar el plano en su sitio, sabía que había
encontrado algo muy valioso, en cuanto abandonasen la posición defensiva y
estuviesen en lugar seguro, comprobaría esas coordenadas, pero se podía hacer
una idea de lo que indicaban.