sábado, 31 de enero de 2015

Capítulo V "Amanecer"

Día 3 de junio
Campamento de leñadores
Guayana Francesa


                La noche pasó sin ningún sobresalto. Ya de día, mientras "Rino" y Jesenoma vigilaban el perímetro, Milej estudiaba detenidamente el plano. Por suerte todo parecía estar bastante claro. Comparando las fotos tomadas del mapa que habían encontrado con las del plano que estaban usando, pudo situar rápidamente el lugar donde habían sido emboscados. Muy cerca de este punto y rodeado con un círculo de color rojo, estaba la posición defensiva que habían limpiado el día anterior.

Milej sonrió, en el plano había otros tres círculos rojos y por las curvas de nivel representadas, veía que seguían el mismo patrón de ubicación. Vaguadas poco pronunciadas para asentarse. Un detalle llamó la atención del sargento, las cuatro posiciones formaban una especie de rombo, y en el centro de la figura, se observaba un círculo de color azul. Varios trazos, continuos y discontinuos de color negro representaban lo que podrían ser caminos y rutas de acceso. Las cuatro supuestas posiciones defensivas se encontraban repartidas en una extensión de terreno muy reducida, apenas 15 Km². Puede que ese círculo azul fuese el asentamiento de Dowert Jun. Lo malo era que el punto de extracción estaba muy próximo al posible asentamiento, a menos de 3 Km. Podría ser peligroso, ya que el helicóptero corría el riesgo de sufrir un ataque.

–Tenemos noticias buenas y malas. –Dijo Milej dirigiéndose al grupo–. Comparando las fotos del plano que hemos encontrado con el que teníamos, aparecen lo que pueden ser otras tres posiciones defensivas.

–¿Estás seguro de que se trata de posiciones defensivas y no de cualquier otra cosa? –preguntó Jesenoma

–Creo que si– Respondió Milej– La posición que limpiemos ayer aparece representada con un círculo de ese color. Hay otros tres círculos iguales y forman una especie de rombo. En el centro de esa figura hay un círculo azul. Desconozco que representa, pero podemos imaginar que sitúa algo importante, de lo contrario no estaría tan fortificado. Tal vez sea el asentamiento de Jun.

–Si fuera así y lográsemos confirmarlo, la misión sería un éxito rotundo– Añadió Rino.

–En efecto. La mala noticia es que todos los puntos de acceso a ese círculo central están cortados por las posiciones defensivas, es imposible acceder por otro sitio, –Dijo Milej–  El terreno es demasiado abrupto y no tenemos material adecuado. El punto de extracción está a unos 3 Km. de una de las posiciones, concretamente de la que está más al Este. No nos queda otra opción que dar un rodeo. Estableceremos una ruta bordeando el perímetro de las posiciones enemigas e iremos directamente al punto de extracción. Con la información que hemos obtenido, podemos dar por concluida momentáneamente la misión. Nos quedan por recorrer unos 10 Km. para llegar a nuestro destino, hay  que ponerse en marcha y rezar para no toparnos con ningún imprevisto.

–Déjame echarle un vistazo a ese plano.- dijo Rino

El cabo nombró las posiciones defensivas basándose en el punto cardinal hacia el que se orientaban. Teniendo en cuenta que según la dirección de avance del pelotón, la posición que habían limpiado el día anterior era la posición Oeste y el punto de extracción se situaba a la derecha de la posición Este, observó dos posibles rutas: Una ruta mas larga y segura en la que se primero se bordearía la posición Sur, rebasando también la posición Este, accediendo finalmente al punto de extracción y una segunda ruta mas directa, en la que avanzarían bordeando la posición Norte, rebasándola y accediendo al punto de extracción. El problema que presentaba esta segunda ruta, era que tendrían que enfrentarse a una colina con un desnivel mas que considerable. Aparte de carecer de los medios necesarios para el descenso, estarían expuestos y en total desventaja si les descubrían.

–Aquí hay un desnivel bastante pronunciado. –Concluyó Rino–. Es arriesgado, pero recortaríamos considerablemente la distancia. Si queremos llegar a tiempo al punto de extracción no nos queda otra alternativa.

–Es  me temo. –Asintió Milej–. Bordear la posición Sur llevaría más tiempo.Pasaremos muy próximos a su asentamiento, pero tenemos que arriesgarnos.

–En marcha entonces –concluyó el cabo–. Sólo hay dos cosas que ayudan a avanzar con seguridad en terreno hostil, hacerlo más rápido que el enemigo o tener más munición que él 

                Jesenoma ahogó una carcajada, que intentó disimular sin demasiado éxito, acto seguido, sacó una libreta de uno de sus bolsillos y anotó la frase que Rino acababa de soltar mientras sonreía.

–Ya estás otra vez con la puta libretita... Un día de estos me vas a hinchar los cojones de tal manera que te voy a coger por el cuello y te la voy a hacer tragar  –Amenazó el mejicano–.

Rino era un tipo ingenioso. Siempre tenía una frase o una historia a punto para cualquier situación. Su elocuencia lograba que los que estaban a su lado se olvidasen por un momento de que estaban en una situación jodida. Con sus anécdotas y sus frases conseguía levantar la moral de sus compañeros en los momentos delicados, ó simplemente, lograba que todo el mundo estallase en carcajadas. Todo empezó como una broma, pero hacía tiempo que Jesenoma anotaba todas las frases o historias que Rino soltaba en una libreta que siempre llevaba consigo. Afirmaba que iba a escribir un libro en el que las recopilaría de forma ordenada y se lo regalaría a Rino el día en que se jubilase. Este se iba a titular "Las lecciones de Rino" y el maorí  ya tenía material para redactar una buena cantidad de páginas. Aparentemente, al mejicano no le gustaba que Jesenoma ejerciese funciones de cronista particular, aunque no podía negar que no le hiciese ilusión recibir tan peculiar regalo. El caso es que procuraba que este estuviese cerca cuando iba a contar alguna de sus historias, recalcando los mejores puntos de la anécdota, asegurándose disimuladamente de que su compañero tomase nota.


–Te pediré un ejemplar firmado, –bromeó Milej–. Ahora dejémonos de tonterías y pongámonos en marcha.

miércoles, 28 de enero de 2015

Capítulo IV " Decisiones"





         La limpieza de la posición defensiva había terminado y el resultado había sido satisfactorio.  Probablemente obtendrían una valiosa información de las fotos sacadas al plano.  Se estaba haciendo de noche y el tiempo apremiaba. Tenían que abandonar la posición defensiva  antes de que el enemigo regresara y buscar un sitio para refugiarse y descansar. El día había sido muy ajetreado y el dolor por la reciente pérdida de sus compañeros aún estaba presente.  Ahora se presentaban dos opciones: regresar sobre sus pasos y volver a la maltrecha cabaña o seguir avanzando y buscar un sitio seguro donde pasar la noche.

Milej reflexionó. Lo mejor sería volver a la cabaña. Era un lugar relativamente seguro, alejado de la fortificación y sobre todo, fácil de vigilar. Sólo tenía una vía de acceso y el terreno estaba despejado de vegetación. Allí podría ver con detenimiento las fotos que había sacado. El plano contenía mucha información y  analizándola, podría elaborar un plan de acción más eficiente.

Volvieron sobre sus pasos y recuperaron los cuatro cadáveres de sus compañeros, transportándolos al viejo campamento de leñadores. Una vez allí, los despojaron de su equipo y recuperaron  las chapas de identificación de sus cuellos y de sus botas.

Cada combatiente llevaba una bolsa para cadáveres plegada en su mochila como parte de su equipo individual. La bolsa tenía varios compuestos químicos, que al reaccionar entre si, incineraban el cadáver. La bolsa no sufría ningún tipo de daño, tan sólo se  comprimía sobre si misma, ocupando un espacio mínimo, permitiendo así llevar las cenizas de su propietario recogidas en un pequeño bulto. Era una forma de dar un sepelio digno a los camaradas caídos. Mucho mejor que dejar el cuerpo abandonado a merced de las alimañas o cargar con él durante el resto de la misión.  La incineración química, hacía que el chip que todos los combatientes de “El Reducto” llevaban implantado se destruyese, enviando una señal a su base. Este chip sólo dejaba de funcionar si dejaba de recibir las constantes vitales de su portador o si era destruido. Permitía localizar la posición del combatiente en todo momento aunque el contacto vía transmisiones fuera imposible de realizar, como era el caso. En base no tardarían en saber  sobre la situación del equipo de Milej.

Tras repartirse  el equipo de sus compañeros y  repartirse la munición sobrante, se quedaron en silencio mirando las cuatro bolsas en las que yacían sus camaradas. El dolor era profundo, pero la muerte formaba parte de su trabajo. Era algo que tenían asumido, pero por muy familiarizados que estuvieran con la dama de la guadaña, esta no dejaba de producir una sensación desgarradora. El Cabo Müller y los Combatientes Vera, Virkov y Escobar habían mostrado su valía, habían caído en combate, y se les rendirían los honores que se merecían cuando regresaran a base. Ahora los tres supervivientes tenían que seguir adelante y terminar la misión.

–A primera hora estudiaremos las fotografías del plano y trazaremos una ruta, –dijo Milej– seguiremos con la misión teniendo en cuenta la información que obtengamos. ¿Alguna duda o sugerencia?

–Sólo una. –añadió Rino visiblemente molesto–. ¿Qué piensas hacer?¿Eres consciente de qué sólo quedamos tres hombres en pie, verdad? Me duele reconocerlo, pero nos tienen agarrados por los huevos. Deberíamos esperar a obtener respuesta de base antes de movernos. Llevamos 3 días sin ponernos en contacto, en cuanto se den cuenta de que hemos perdido a cuatro hombres tomarán cartas en el asunto. Avanzar en estas condiciones significa exponernos a una muerte casi segura.

–Rino, conozco el protocolo y se a lo que nos exponemos. –Contestó Milej–. Mañana cumpliremos el quinto día en zona. Hasta pasado mañana al mediodía no está prevista nuestra evacuación. Suponiendo que lográsemos ponernos en contacto con base, lo cual, vista la suerte hasta el momento, en esta zona es complicado, tardarían al menos 10 horas en llegar a recogernos. Mañana a primera hora estudiaremos el plano e intentaremos sacar algo en claro.

–Confías demasiado en algo que hemos encontrado en un cuchitril–  respondió Rino –. No creo que nadie deje a la vista algo tan valioso, puede ser una trampa.

–Si tenemos suerte y las cruces y círculos que hay trazados en el plano son lo que creo que son, podremos situar con precisión las posiciones e instalaciones enemigas. ­–Explico el noruego– Verificando que lo que hay reflejado en el plano realmente está ubicado en el terreno, reduciríamos notablemente el riesgo de la misión, podríamos planificar rutas seguras. Tan sólo tenemos que aguantar 36 horas más en la zona y podremos volver a casa con el trabajo hecho.

–36 horas mas… –Resopló Rino–.  Tal vez no pasemos de esta noche. Cuando descubran que hemos matado a seis de los suyos, empezarán a buscarnos.

–Mañana, a primera hora, después de descansar y estudiar el plano, decidiremos que hacer. – Sentenció Milej, poniendo punto y final a la incipiente discusión–

 – “Un buen plan hoy, es mejor que uno perfecto mañana…” creo que lo dijo un tal Patton. – Respondió visiblemente molesto Rino –. Tu ego te impide razonar. No pedirías apoyo aunque estuvieses esposado mientras una caníbal te hace una mamada. Tu arrogancia puede llevarnos a la tumba Milej. Descansad, yo haré la primera imaginaria  –Dijo el mejicano mientras verificaba su fusil.

Milej no respondió. Tan sólo se dio la vuelta y dio por finalizada la conversación. Se acercó a Jesenoma, que se había retirado a una distancia prudencial. Al maorí no le gustaba ver discutir a dos compañeros. Generalmente, un cabo no cuestionaría las decisiones de un sargento, pero Milej era incapaz de reprender a Rino. El mejicano le había sacado las castañas del fuego en más de una ocasión. Además de ser compañeros, eran amigos y siendo realistas, Milej  sabía que  no le faltaba razón.

El noruego se sentó junto a Jesenoma y sacó de su portaequipo un bote de pintura de camuflaje para arreglar su enmascaramiento facial,  ya estropeado debido al sudor. Jesenoma hizo lo mismo, pero antes colocó una red mimética por encima de su  cabeza, tapándose el rostro. Al menos le protegería de los mosquitos momentáneamente, que se estaban dando un festín a su costa. Era imposible acostumbrarse a ellos. Esos pequeños demonios chupa sangres habían sido una auténtica molestia desde el principio de la misión.

 Posteriormente, el  maorí sacó un pequeño estuche con útiles de limpieza. Desmontó el arma  y comenzó a  limpiarla. No había luz, pero daba igual, conocía a la perfección su fusil, lo había montado y desmontado tantas veces que podría hacerlo en cuestión de segundos, aun con los ojos vendados. Milej esperó a que Jesenoma terminase para hacer lo propio. No iba a limpiar el armamento al mismo tiempo que el maorí. De hacerlo, en el hipotético caso de recibir un ataque,  tan sólo Rino estaría en disposición de abrir fuego.

Pasó media hora, y mientras Milej terminaba de montar su fusil, Jesenoma comenzó a rebuscar en su equipo, sacando dos raciones de combate. Estas raciones estaban compuestas principalmente de latas de conservas y suplementos alimenticios. Cada ración equivalía a una comida completa y estaba diseñada para cubrir las demandas nutricionales y energéticas de un combatiente en una misión.   Externamente, todas las latas de conserva eran de la misma forma, color y tamaño, tan sólo se diferenciaban por una inscripción que tenía en su base, en la que se leía su contenido.

–Tenemos pescado para cenar, ¿Quieres que caliente tu ración?

–Por mi no te preocupes, ni siquiera tengo hambre  – contestó Milej.- Por cierto, feliz cumpleaños. Aun no te había dicho nada. No te voy a cantar el “hurra for deg”, pero si salimos de aquí, celebraremos tu aniversario como es debido.

Jesenoma sonrió. Ignoraba por completo que era aquello que Milej decía que no iba a cantarle, alguna tradición noruega, suponía. Ni siquiera se había acordado de que era su vigésimo octavo cumpleaños, pero estaba seguro de que su mujer y su hija si lo habían hecho. En ese momento los echaba de menos mas que a nadie.

–Gracias Milej. No malinterpretes a Rino, aún no se le ha quitado el complejo de madre  – dijo sonriendo Jesenoma.

Milej miró al maorí y se incorporó. Estaba dolido. Era su primera misión como Sargento, hacía apenas un mes que había ascendido y la verdad, era que  no podía evitar sentirse responsable de la muerte de sus compañeros. A sus espaldas tenía un buen número de misiones con éxito y sabía que sus mandos habían confiado en él a la hora de asignarle el trabajo, pero era duro pensar que en  su primera misión como jefe de equipo, había perdido a 4 de sus hombres.

–En parte no le falta razón, es arriesgado.–Dijo Milej sobreponiéndose a su dolor.– Puede que ya hayan descubierto que una de sus posiciones ha quedado vacía. De ser así, puede que comiencen a moverse y entonces pueden pasar dos cosas, que nos encuentren ó que los encontremos.

–El punto de extracción no está muy lejos, –dijo Jesenoma– tan sólo tenemos que aguantar. ¿Has conseguido comunicarte con base?

–No. –Contestó Milej–. Es increíble, en pleno siglo XXII sigue siendo casi imposible no quedarse incomunicado en terrenos tan frondosos. Tendrán conocimiento de las bajas que hemos sufrido y de nuestra posición por nuestros microchips cuando les llegue la señal.

Intenta dormir,, yo relevaré a Rino dentro de dos horas. ¿Qué me recomiendas para cenar, atún o pulpo? preguntó Jesenoma mientras observaba las latas de las raciones con poco entusiasmo.

–¿Sabes que te recomendaría? Un plato de "lutfisk" con guarnición de patatas cocidas. Hace años que no lo cato. Mi hermana solía prepararlo en Navidad,. Si hago memoria aún puedo saborearlo. Es un sabor que me trae gratos recuerdos. En parte me alegro de no haberlo probado en todos estos años. Posiblemente haya mitificado el plato y realmente su sabor no sea tan magnífico, pero prefiero guardar el recuerdo de ese sabor. Puede sonar absurdo, pero es una de esas cosas que prefiero mantener intactas.

–Por muy profundo que te pongas, no pienso acostarme contigo –apuntó Jesenoma–. A mi también me pasa, hay muchos olores y sabores que me traen buenos  recuerdos y…

–Dejad de cacarear, sólo sabéis quejaros –interrumpió Rino–. ¿Dónde vais a estar mejor que aquí, matando malos y manejando unos juguetes carísimos? Deberíais pagar por esto en lugar de recibir un sueldo. Milej, no le des más vueltas, mañana será otro día, con la mente despejada, ya veremos qué hacer.


Era momento de descansar y prepararse para un nuevo día, si es que este llegaba.

sábado, 24 de enero de 2015

Capítulo III "Reconocimiento"

Reconocimiento

         
        La emboscada había tenido lugar no muy lejos de la destartalada posición que ahora ocupaban. El pelotón de Milej llevaba cuatro días en la zona. En esta ocasión, la misión se desarrollaba en La Guayana Francesa,  una región de ultramar del Gobierno Francés, ubicaba en la costa Norte de América del Sur. Los hombres de El Reducto recorrían a pie la cuenca del río Maroni, en la zona fronteriza con Surinam. Su misión era obtener toda la información posible sobre el terreno y su presencia en la zona debería pasar totalmente inadvertida.

Obtener esta información era de vital importancia. Los servicios de inteligencia habían ubicado el campamento principal de Dowert Jun en esa zona. Jun era un ex militar farnces , natural de la Guayana. Lideraba un movimiento por la independencia de la Guayana del País Francés. Por sus métodos, se había convertido en un genocida buscado por la justicia. La Guayana era uno de los últimos territorios europeos en América del Sur, y teniendo en cuenta que Francia era miembro del comité de naciones civilizadas, una invasión de terreno por la fuerza podía derivar en un conflicto internacional de grandes dimensiones.

Ahora tocaba precisar el lugar exacto y los medios de los que disponían. El siguiente paso sería coger a Jun con vida y presentarlo a las autoridades para ser juzgado. El tiempo del que disponían para reconocer el área asignada eran 168 horas,  una semana. Transcurrido ese tiempo, un helicóptero de la unidad iría a recogerlos a un punto de extracción.

            Jun había aprovechado a su favor un conflicto existente en la zona para aliarse con Surinam, país fronterizo. Desde hacía muchos años, Surinam reclamaba el área entre los ríos Litani y Maroni, zona totalmente selvática ubicada en territorio galo. El Gobierno Francés se negó a ceder este terreno y hasta la fecha, Surinam se mantenía diplomático. Con el respaldo de Jun y la promesa de hacer entrega de este territorio tras proclamar la independencia, Surinam empleó la fuerza para invadirlo. El gobierno de Surinam movilizó a las fuerzas guerrilleras indígenas que ocupaban  esa zona, los conocidos “Les noirs marrons”, antiguos esclavos que se rebelaron y huyeron de las plantaciones para refugiarse en los bosques y ríos. Jun les dotó de armamento, les prometió inmunidad diplomática por las acciones y crímenes cometidos durante la revolución y les garantizó un hogar y puestos de trabajo dentro de su ejército al terminar el conflicto para todo aquel que lo desease.

 “Les noirs marrons” no eran un adversario a quien tomarse a la ligera, con el paso de los años se habían establecido y adaptado perfectamente a ese territorio.

            El Gobierno Francés respondió a esta invasión de territorio movilizando a la élite de su ejército, la Legión Extranjera, que envió a la zona tres de sus once regimientos. La continua guerra de guerrillas, mermó sus efectivos de forma alarmante. La situación del Gobierno galo era complicada. Sin poder hacer frente a una invasión de territorio y en vista del elevado número de bajas sufridas en sus filas, el gobierno decidió replegar sus tropas y solicitar colaboración a los hombre de El Reducto 
           Tras apilar los cadáveres de los guerrilleros abatidos, Milej hizo unas anotaciones sobre el armamento empleado por el enemigo en una pequeña libreta. El Sargento tomaba notas constantemente, pero lo hacía de modo que nadie pudiera entender ni descifrar lo que escribía. Empleaba un sistema de signos encriptado que él mismo había diseñado. En caso de que cayese, en su despacho, guardaba un manuscrito en el que explicaba con detalle como traducir sus textos. Contabilizó dos ametralladoras ligeras y cuatro fusiles de asalto de calibre 5,56. Llevaban poca munición, 4 cargadores completos para los fusileros colgados en unas cinchas artesanales y dos cajas con 300 cartuchos colocados en cintas para las ametralladoras. No portaban más equipo y vestían ropa oscura.
Milej comprobó en el plano las coordenadas de la casa, anotándolas en su libreta. A continuación se dirigió a sus compañeros:
Deberíamos examinar el lugar donde nos emboscaron, no sabemos si se trata de un asentamiento permanente o tan sólo de un punto de emboscada aislado
Estos hijos de puta  no llevaban ningún tipo de emisora,–sentenció "Rino"– podría tratarse de unas posiciones permanentes con unas transmisiones fijas instaladas.
No necesariamente, –intervino Milej.– Puede que se comunicasen a través de un mensajero.
No llevaban comida ni demasiado equipo. O bien guardan su alimento en algún campamento, o montan guardia unas horas al día y después se largan. –Concluyó Jesenoma–.
Milej reflexion,o un instante, se agach,o y comenzó a trazar líneas imaginarias en el suelo con su dedo, se rascó la barbilla pensativo y se incorporó nuevamente.
Bien, volveremos a la zona donde nos emboscaron y echaremos un vistazo. Avanzaremos en hilera, dejando una distancia de 4 metros entre hombre y hombre.
El maorí sacó de su mochila un pequeño y sofisticado detector de explosivos del tamaño de una caja de cerillas. Era un artefacto de última generación, detectaba cualquier tipo de sustancia explosiva envuelta o empaquetada en cualquier tipo de material con una precisión milimétrica. Una pequeña pantalla hacía las veces de sónar, si había un artefacto en 10 metros a la redonda, el detector lo señalizaría. Lo encendió y comprobó que funcionaba correctamente, a continuación, lo acopló a su fusil. El único problema del sónar era su escasa autonomía. La batería duraba muy poco y debían reservarlo para ocasiones puntuales.
Los tres Combatientes avanzaban en hilera. Jesenoma, que encabezaba el grupo, barría el frente con el detector de explosivos. No tardaron en llegar a la zona donde les habían tendido la emboscada. A una distancia prudencial, y aprovechando una pequeña depresión del terreno, Jesenoma hizo cuerpo a tierra y realizó una señal a sus compañeros para reagruparse. Todos se sorprendieron al ver lo que tenían delante de sus ojos. Tal vez habían subestimado la capacidad de organización del enemigo. Frente a ellos se alzaba una auténtica posición defensiva con todo lujo de detalles. Se encontraba perfectamente camuflada y ubicada en el terreno, motivo por el que el pelotón de Milej no pudo localizarla antes de ser atacados. Constaba de tres pozos de tirador, todos ellos meticulosamente camuflados con ramas y arbustos del entorno. Una hilera de sacos terreros, servían de parapeto a los pozos, que se comunicaban entre si por un único ramal de unos 10 metros de largo, 1,30 metros de ancho y casi 2 metros de profundidad. Un hombre podría caminar por ese pasillo, totalmente erguido sin ser detectado desde el exterior. A simple vista parecía que no había nadie en los pozos, pero no podían darlo por hecho, había que limpiar la posición defensiva al completo.
Antes de continuar, Milej marcó en el plano la ubicación de la posición y tomó fotografías de la zona con una microcámara que llevaba incorporada en su casco. La cámara funcionaba con una batería de litio, tenía una autonomía aproximada de 60 minutos y almacenaba toda la información en una tarjeta de memoria. Era un aparato muy simple, incluso arcaico teniendo en cuenta los medios tecnológicos existentes, pero era efectivo, muy resistente y funcionaba en cualquier circunstancia. Su reducido tamaño permitía llevarla incrustada en el interior del casco sin molestar a su portador y sin que este tuviera que preocuparse en enfocar al objetivo. Se podía extraer mucha información de esas imágenes: Criterios en los que se basaba el enemigo para colocar sus posiciones defensivas, materiales y métodos de construcción que empleaban, sistemas defensivos, organización, cantidad de personal que designaba para cada posición, equipo, nivel económico... Los analistas de la unidad sabían hacer su trabajo, y podían apreciar cualquier detalle, por insignificante que este pareciera.
Vamos a entrar –dijo Milej.–. No podemos descartar que haya algún enemigo dentro. Primero entraréis vosotros dos, os cubriré desde el exterior. En cuanto verifiquemos que la posición está limpia, trazaremos un plan de acción. La consigna para la limpieza de la posición es sencilla, disparad a todo lo que se mueva.
Jesenoma alimentó su fusil introduciendo un cartucho en la récamara, miró a sus compañeros y sin dudar un instante comenzó a correr hacia la posición defensiva. Al llegar a la altura del primer pozo se lanzó en plancha y se metió de cabeza al mismo a través del pequeño hueco que quedaba entre el techo y los sacos terreros... al instante, la mano de Jesenoma apareció por el hueco que le había servido de entrada, haciendo una clara y visible señal que daba carta blanca a su compañero para entrar. "Rino" empleó la misma técnica de entrada que Jesenoma, lanzándose también al interior del pozo. Coordinado con la entrada del Cabo, el Combatiente Distinguido salió al ramal, encarando el pasillo que comunicaba los tres pozos. Se agachó reduciendo así su silueta y mientras apuntaba con su fusil al frente, avanzó decidido a través de la galería hasta la entrada del segundo pozo. "Rino" se acercó a la salida del primer pozo y apoyó su fusil en una esquina, apuntando por encima de la cabeza de su compañero y cubriendo el pasillo por el que discurría.
Pasados unos minutos, una mano apareció en el tercer pozo, era "Rino" haciendo una señal a Milej para indicarle que la posición estaba limpia. El Sargento, que había estado vigilando el perímetro, se adentró en la trinchera por el mismo lugar que sus compañeros y avanzó por el pasillo de la fortificación hasta la entrada del tercer pozo, lugar donde se encontraban "Rino" y Jesenoma. Justo cuando iba a entrar, Jesenoma lo detuvo, El detector de explosivos parpadeaba, había localizado algo en la estancia. Por las indicaciones del detector, se trataba de una carga de pequeñas dimensiones, y estaba a menos de un metro.
El maorí observaba detenidamente. El suelo estaba cubierto por una lona de plástico y había varios casquillos de munición de ametralladora esparcidos. Una pequeña estantería de madera y dos sillas eran todo lo que había en su interior. Jesenoma levantó cuidadosamente la lona del suelo y descubrió una caja de madera semienterrada. Al abrirla su rostro se iluminó. En su interior había varias cajas de munición con el emblema del ejército Francés, tres tarjetas de identidad profesional de oficiales del ejército galo y un fajo de billetes atados con una goma elástica. Esta era una situación de manual, demasiadas cosas bonitas juntas en una caja. Tras observar detenidamente, descubrió un sedal atado a la goma que unía el fajo de billetes. Tenía su origen en una de las cajas de munición. Sus dudas se despejaron al ver un poco de explosivo plástico salir por uno de los bordes de la caja. Se trataba de una trampa. Si tiraba del fajo de billetes, arrastraría consigo el sedal, activando la carga explosiva.
La primera norma a la hora de manipular cualquier artefacto explosivo era sencilla: si no sabes lo qué es o no sabes desactivarlo, no lo toques.
Jesenoma comprobó que el sedal no se encontraba en tensión, levantó con delicadeza el fajo de billetes, sacó su machete y con cuidado, realizó un corte sobre la caja de cartón en la que se escondía el cable, abriéndola con delicadeza. Se sorprendió al descubrir el mecanismo de la trampa, habían hecho un buen trabajo de ocultación. La caja de munición escondía una granada de mano de pequeñas dimensiones, cubierta de explosivo plástico y fijada con silicona al fondo de la caja. Jesenoma sacó unos alicates y cortó el sedal.
Solucionado. El sedal estaba atado a la arandela de esta granada de mano, si llegas a tirar del fajo de billetes, habrías arrastrado la arandela, quitando el seguro de pasador de la granada y la hubieras hecho explotar. La espoleta que permite quitar la arandela estaba presionada y pegada con cinta aislante al cuerpo de la granada, así que no hubiera hecho falta tirar muy fuerte para activar la trampa. Resumiendo, si tiras del fajo de billetes, tiras de la anilla y la granada explota.
Jesenoma siguió mirando la caja con cuidado, no había que descartar la existencia de más trampas. En una ocasión, durante el reconocimiento de una casa, Jesenoma llegó a desactivar hasta 17 artefactos explosivos, todos ellos repartidos y camuflados por la estancia. Desde pequeñas cargas colocadas bajo baldosas que se accionaban al pisarlas, hasta una consistente en un amasijo de más de 5 Kilos de explosivo plástico, con clavos y tuercas pegados, todo ello dentro de una olla Express.
–Por cierto, los billetes son falsos. Las tarjetas de identidad profesional francesas parecen auténticas, pero no sabría decírtelo con total seguridad. Creo que no son más que simples reclamos. –concluyó Jesenoma–
–Compañeros, como siempre, buen trabajo –Dijo Milej–. Tenemos que reconocer las instalaciones, no podemos perder mucho tiempo aquí. Rino, vete al primer pozo y cubre el flanco derecho, Jesenoma tú quédate aquí cubriendo el flanco izquierdo.
Milej activó su cámara de video y empezó a caminar. Realmente se habían esmerado en la construcción de la posición defensiva, se veía que habían invertido muchas horas de trabajo. El encargado de diseñarla sabía lo que hacía, esto no era obra de unos indígenas medio salvajes, había alguien mas detrás de todo esto.
El primer pozo tenía una profundidad de 1,5 metros respecto al nivel del suelo y casi tres metros de ancho por dos de largo. Las paredes del pozo estaban cargadas con hormigón. Por la posición de los sacos terreros del exterior, parecía que estuviese preparado para alojar una ametralladora. Dos pequeñas estacas clavadas enfrente, delimitaban el sector de tiro de la misma, impidiendo que la máquina se moviese más allá del espacio permitido por estas. Había casquillos del calibre 7,62 en el suelo, calibre empleado por las máquinas que portaban los guerrilleros que habían abatido. Dos viejas sillas  y una estantería de madera con dos cajas de munición y un cartón de cigarrillos eran todo el mobiliario del pozo. En una esquina había un caldero con heces y orina, estaba lleno y por el olor, las deposiciones parecían recientes.
El segundo pozo era más amplio que el primero, sus paredes también estaban cargadas de hormigón, pero esta estancia parecía mas bien un puesto de mando que una posición de tiro. Una destartalada mesa de madera que debido a algún milagro se tenía en pie, ocupaba el centro de la estancia. En una de las esquinas había varias cajas con fruta, agua embotellada y comida enlatada. Milej observó detenidamente. Las etiquetas de todos los alimentos estaban escritas en francés.

Milej casi daba por finalizado el reconocimiento, cuando algo  llamó su atención. Extendido sobre la mesa y pegado a esta con resina por sus cuatro esquinas había un papel. Se acercó con un pequeño hormigueo de satisfacción en su estómago. Bingo. Era un plano dibujado a mano alzada, aparentemente de la zona, según intuyó Milej a primera vista. En él se veían garabateados varias cruces y círculos de distintos tamaños y colores. Milej le tomó varias fotografías, a continuación, lo agarró con cuidado, despegando sus bordes y le dio la vuelta. En el reverso había unas coordenadas escritas. Milej las anotó en su cuaderno y volvió a dejar el plano en su sitio, sabía que había encontrado algo muy valioso, en cuanto abandonasen la posición defensiva y estuviesen en lugar seguro, comprobaría esas coordenadas, pero se podía hacer una idea de lo que indicaban. 

jueves, 22 de enero de 2015

Capítulo II "Contraataque"

Contraataque



Los guerrilleros habían logrado acceder al recinto del viejo campamento, castigando la improvisada posición defensiva ocupada por el equipo de Milej. No había tiempo que perder.

–Dos ametralladoras, ambas con tirador y proveedor. Una a mis diez, a sesenta metros y otra a mis dos, a unos ochenta metros. –Dijo "Rino" mientras oteaba el frente, calculando las distancias con la cruz del visor de su fusil –sólo dos hombres con armamento ligero, a unos treinta metros a mis doce, acercándose... –Tenéis un pozo de buen tamaño  a unos diez metros a la derecha. Yo os cubro.

–Bien. –Dijo Milej –En cuanto nos asentemos, abriremos fuego de cobertura para que puedas moverte.

–Yo saldré por el lado izquierdo, tengo un parapeto a cinco metros. –respondió “Rino”. –Si consigo llegar, estaré en línea con la segunda ametralladora.  Si me sitúo correctamente, la abatiré sin problema.

–No creo que sepan cuantos somos. – Dijo Jesenoma. – Centrarán todo su fuego en los  hombres que vean moverse. Si tan solo Milej abre fuego de cobertura mientras avanzo, pensarán que no hay nadie mas cubriendo y…

El estruendo de una granada cortó el discurso de Jesenoma. Había sido disparada por “Rino”. Los dos guerrilleros que portaban fusiles de asalto se estaban acercando demasiado. La onda expansiva había destrozado por completo a uno de ellos, otro agonizaba, debatiéndose entre la vida y la muerte.

–Que sí joder, que yo me estoy quieto. Cuando estén centrados en volarte tus jodidos huevos maoríes y dejen de disparar al muro, salgo sin hacer ruido y les cojo por sorpresa  –Dijo “Rino”. –Ahora moveros de una puta vez.

Milej y Jesenoma asintieron. Ambos confiaban ciegamente en "Rino". El mejicano era un experimentado combatiente. Una pieza clave para salir de ahí con vida. Su sola presencia era una inyección de moral para sus compañeros.

"Rino", conocido anteriormente como Sebastián López, se había alistado en "El Reducto" con apenas 18 años, siendo un adolescente imberbe. A día de hoy, era uno de sus miembros más valorados. El mastodonte mejicano tenía la piel morena y el pelo negro y ensortijado. Su voluminoso y definido cuerpo, surcado por cientos de  cicatrices de diverso tamaño y su carácter arrollador le habían hecho ganarse su indicativo de combate: “Rino”, diminutivo de “Rinoceronte”. Sus ojos,  pequeños y marrones, estaban coronados por unas anchas y pobladas cejas, enmarcados en un rostro con angulosos rasgos.. Tenía la nariz, achatada y torcida debido a innumerables golpes y caídas, atributo que reforzaba su aspecto de tipo problemático.

"Rino" siempre había sido un apasionado de la lectura. Además de cientos de novelas de todos los géneros, devoraba manuales de guerra y trabajos sobre estrategia militar. Se negaba a ascender, no porque no quisiera asumir responsabilidades, sino porque consideraba el empleo de Cabo como el más bonito y simbólico dentro de la jerarquía militar. Su mayor secreto, aquel que nunca confesaría bajo ningún concepto era su pasión por la novela rosa y las historias de amor A pesar de ser un romántico empedernido, no sabía abordar los situaciones con delicadeza. Era muy directo y poco sutil, haciendo siempre honor a una de sus principales virtudes. Nunca y bajo ninguna circunstancia mentía.

Cuando Milej y Jesenoma no eran más que novatos recién salidos de su ciclo de instrucción, el cabo combatiente "Rino" los acogió en su escuadra y les enseñó a desenvolverse en el campo de batalla. Les enseñó a tratar a los veteranos de la unidad y a hacerse respetar. Les inculcó amor al servicio y dedicación a sus labores. El apadrinamiento por parte de un Combatiente tan laureado como "Rino" era la mejor carta de presentación que un novato podía tener en una unidad tan singular. El cabo no fue el único que ejerció funciones paternales con los recién llegados. El teniente "Vikingo", por aquel entonces sargento, camarada inseparable de "Rino", avaló esa confianza, aportando su grano de arena en la  preparación de esos dos novatos que empezaban a destacar.

                Jesenoma introdujo el cargador completo que había municionado en su fusil, montó el arma y con un rápido vistazo verificó que todo su equipo estaba en orden. Al mismo tiempo, Milej disparaba una granada desde la posición de rodilla en tierra. El artefacto, realizó una parábola en el aire y cayó a escasos metros del cadaver del guerrillero y de su moribundo compañero. A los pocos segundos, el estruendo de la detonación hizo las veces de pistoletazo de salida para el binomio, que salió disparado hacia el pozo que “Rino” les había indicado.

La explosión de la granada consiguió distraer al enemigo por un instante, que dejó de acribillar el muro para localizar el origen de la misma. Las dos ametralladoras tardaron unos valiosos segundos en localizar al binomio, comenzando a abrir fuego sobre ellos cuando ya habían logrado ponerse a cubierto. "Rino" permanecía atento al escenario de combate. No abriría fuego para no llamar la atención del enemigo, pero era una norma que podía romper si la situación lo requería.

Las máquinas rugían alternas, vomitando ráfagas contra Milej y Jesenoma. El siguiente paso era fundamental, el menor descuido haría que se convirtiesen en pasto de los gusanos. La parte buena era que "Rino" tenía el camino despejado, ya que las dos máquinas centraban su atención en el binomio y no se habían percatado de su existencia.. El Cabo, con el camino despejado comenzó a reptar, llegando rápidamente a la primera posición en la que se podía parapetar, aquella que había avistado a 20 metros de la casa. Nadie le disparaba, tenía una oportunidad que no debía desaprovechar. Apuntó al nido de ametralladoras que tenía frente a el, diferenciando con su visor al tirador y a su proveedor. Estaban demasiado ocupados acribillando la posición de Milej y Jesenoma como para darse cuenta de que alguien les apuntaba. Eran blancos sencillos. "Rino" se acomodó en su posición y efectuó un único y preciso  disparo. La tapa de los sesos del tirador salpicó la cara de su proveedor, que se quedó paralizado durante un leve instante. Tiempo suficiente para que "Rino" le atravesase el entrecejo con otro certero disparo.


El Cabo se incorporó y se lanzó a la carrera a ocupar la posición que acababa de abatir. Sus compañeros seguían parapetados sin asomarse a la superficie, acosados por el fuego enemigo. "Rino" apartó el cadáver del tirador y tomó posición en la máquina, abriendo fuego contra la ametralladora que Acosaba a sus compañeros. Fue cuestión de segundos. El fuego de "Rino" sorprendió a los guerrilleros, que no pudieron hacer nada por defenderse, siendo eliminados de inmediato. Los disparos de ametralladora cesaron, y con ellos, los gritos y ruidos de la jungla se fueron apagando. El tirador de la segunda ametralladora se desangraba lentamente. Seguía vivo pero poco se podía hacer ya por el. No podía articular palabra y escupía con dificultad borbotones de sangre de un color granate intenso. La ráfaga de "Rino" le había amputado una pierna y dañado en la ingle, bazo y pulmones. Parecía estar ahogándose con su propia sangre, tosía violentamente y se convulsionaba. Aún en su lamentable estado, parecía querer atacar, parecía cegado por la ira. En ese estado, debería estar mas preocupado por poder respirar que por buscar venganza. Jesenoma se acercó a el, montó su pistola y le disparó en la cabeza, acabando con su sufrimiento. No sintió placer al hacerlo, ni siquiera rabia o remordimiento, lo hizo de forma automática. Cuando vió que su vida no tenía salvación, decidió apiadarse de él y darle una muerte rápida.. Jesenoma entendía que, al igual que él mismo, su adversario era un combatiente que luchaba por unos ideales o creencias, que si bien podrían considerarse mas o menos correctas, eran las que había escogido. Lo que si le sorprendió fue la rabia y ferocidad que mostraba aun agonizando, nunca había visto cosa semejante. El Sargento hizo una señal a "Rino" para reagruparse. Había faltado muy poco, pero ahora estaban a salvo... o al menos de momento.

sábado, 17 de enero de 2015

Capítulo I "Emboscada"

Emboscada

-          Año 2110, día 2 de Junio
-          Guayana Francesa, frontera con Surinam.
-          Sudamérica
      

La situación era crítica. El ataque que los guerrilleros habían realizado  contra el equipo del sargento "Milej", había tenido resultados devastadores. El noruego aún no era plenamente consciente de los daños que habían sufrido, pero cuatro de sus hombres habían caído en aquella emboscada. De no haber sido por la cobertura que les ofrecía la densa vegetación del terreno, seguramente, todo hubiese terminado.
La banda sonora de la jungla, que brotaba In crescendo de las gargantas de cientos de aves y pequeños mamíferos asustados por la refriega, camuflaba el estruendo que organizaban los tres componentes del equipo que aún quedaban en pie en su precipitado repliegue. En esos momentos, la única opción viable era reagruparse de la manera más rápida en un lugar seguro y responder al fuego enemigo. Correr por ese entorno no era buena idea, la selva era un laberinto de árboles y vegetación, había demasiadas ramas y raíces que sobresalían, demasiados obstáculos con los que tropezar o quedarse clavado, pero no había otra opción. El enemigo quería terminar lo que habían empezado, y tal y como lo haría un perro azuzado, había abandonado de forma precipitada sus posición. Una bala perdida consiguió rozar el hombro de  "Jesenoma", un joven y robusto combatiente de origen maorí, pero no fue suficiente para frenarle. Llevaba en volandas al cabo  Müller, que también había resultado herido. Müller había recibido multitud de impactos de proyectil por todo el cuerpo. Era tal la tensión del momento, que "Jesenoma" no se había dado cuenta de que su compañero ya estaba muerto Al fondo, tras la maraña de árboles y vegetación, a unos 20 metros de distancia, se distinguía un claro, parecía la única salvación.
El cabo “Rino”, una mole de músculos de casi 2 metros de altura, avanzaba en primer lugar. Abría el camino con su machete. El esfuerzo que estaba realizando era sobrehumano, asestaba certeros mandobles, despejando a  su paso el camino de ramas y arbustos, aparentemente con la misma facilidad con la que un cantante de moda abre las piernas de una adolescente borracha. A pesar de las 44 primaveras que llevaba a sus espaldas, el mejicano tenía una forma física asombrosa, parecía una desbrozadora humana.
                A marchas forzadas llegaron al claro que habían vislumbrado.  Tras este, se extendía una gran explanada, un auténtico lodazal, lleno de mosquitos, hojas podridas y tocones de árboles talados. En el perímetro, tan sólo se alzaba algún árbol delgado partido en dos y pequeños grupos de troncos apilados, carcomidos ya por el paso del tiempo. A simple vista, parecía un viejo campamento de leñadores abandonado, había multitud de estos repartidos por toda la zona. Casi en el centro de la explanada, a unos 100 metros, se alzaba una destartalada cabaña de madera y piedra de pequeñas dimensiones, sin techo y con sólo tres paredes en pie. Ese sería su objetivo, se parapetarían en ella y desde allí, responderían al ataque enemigo. A la carrera, los tres únicos supervivientes de los siete miembros iniciales del pelotón, se abalanzaron al interior de la cabaña. El sargento “Milej”, el cabo “Rino” y el combatiente distinguido “Jesenoma”, comprobaron su equipo y su armamento. El fusil que llevaban para esta misión era el modelo "C-TAR-22", un fusil de asalto de última generación adaptado para comandos de operaciones especiales, evolución del fusil de origen israelí "TAR-21". Tras comprobar que todo estaba en orden, mientras “Rino” cubría el punto de acceso a la explanada, "Milej" se dispuso a examinar la herida que "Jesenoma" tenía en el hombro, no parecía grave, pero si no se trataba adecuadamente, podría complicarse.
Rebuscando en su botiquín, sacó un pequeño bote con una solución salina, a continuación, empapó unas gasas limpias y empezó a limpiar la zona sobre la que iba a trabajar. Al mismo tiempo, Jesenoma se quitó el casco y vació en su interior una caja con munición que sacó de su portaequipo.Había gastado demasiada munición respondiendo al fuego enemigo durante la emboscada. Con pulso tembloroso, comenzó a introducir cartuchos en uno de sus cargadores.
No tiene buena pinta, no creo que salgas de esta.Dijo "Milej" de manera tajante mientras miraba a su compañero.
Me parece que no te vas a librar de mí con tanta facilidad.Contestó "Jesenoma".Cóseme la puta herida y sigamos.
El maorí respiró hondo, tenía que tranquilizarse, las agujas eran la mayor de sus fobias. Milej miró a su compañero, sabía de sobra lo que le ocurría, pero no dejaba de sorprenderle. A Jesenoma le inquietaba más el hecho de que estuvieran a punto de suturarle una herida, que la evidencia de que hacía unos instantes habían estado a punto de coserle a balazos. No era la sangre en sí lo que le provocaba tal desazón. En más de una ocasión había sufrido cortes bastante profundos sin que esto le afectase, lo que realmente le producía animadversión era la sensación y la imagen de una aguja clavándose en sus carnes. Podría descuartizar a una persona y poner sus entrañas en una bandeja de plata con sus dientes como guarnición, incluso podría comerse crudo un cachorro de labrador, pero le aterraba la idea de que le pinchasen. Procuraba enfrentarse continuamente a su fobia, estaba seguro de que sólo así conseguiría vencer su pánico, pero el proceso era lento y tortuoso.
Su nombre real era Maui Hika, aunque hacía tiempo que nadie le llamaba así. Ese mismo día cumplía 28 años. Era un hombre brillante, su ingenio le había servido para salir con vida en más de una ocasión, se adaptaba e improvisaba en cualquier circunstancia. Medía 1,85 m. y su forma física era envidiable. Era atlético y no demasiado musculoso. Su piel morena, acompañaba a unos rasgos faciales recortados y pronunciados, evidencia inequívoca de su origen maorí. Llevaba el pelo rapado y una descuidada barba que se quitaba y dejaba crecer por temporadas. Sus ojos eran de color verde jade, y su mirada impresionaba, era la típica mirada de alguien a quien ya pocas cosas podían asustarle, una mirada fría y cortante.
Si no te estás quieto, vas a tener un recuerdo de esta misión de por vida. Aunque viendo como te comportas, no será por mucho tiempodijo "Milej" mientras enhebraba una aguja de sutura.-
Es un puto rasguño…
Te has convertido en un inútil,– espetó el noruego  mientras comenzaba a coser la herida.Esto podría haberte matado.
                El proyectil tan solo había rozado el hombro de "Jesenoma", su vida no corría ningún peligro, pero la herida no dejaba de sangrar. Una vez tratada, no debería complicarse. Eran conscientes de que un rasguño en la selva podía derivar en algo mucho más grave, tenían que ser precavidos.  Era cierto que el enemigo estaba próximo, pero cualquier momento era vital para atender a los heridos. Una pérdida constante de sangre en esas circunstancias podría llegar a ser irreparable.
Me estoy empezando a cansar de cuidarte replicó Jesenoma mientras apartaba la vista de la aguja.Sin mí, ya te habrían volado la cabeza hace tiempo...
                "Milej" chasqueó la lengua apartando la mirada y resopló mientras negaba con la cabeza haciendo un gesto de desaprobación. Se conocían de mucho tiempo atrás. Hacía casi 8 años que aquellos dos jóvenes con la mirada perdida habían atravesado la puerta de la oficina del centro de reclutamiento de "El Reducto". No se habían visto en su vida y lo gracioso, es que al principio ni siquiera se soportaban. "Jesenoma" siempre le recordaba a "Milej" que la primera impresión que tuvo de él fue bastante negativa, lo catalogó como un estirado y un prepotente al que no le cogía un alfiler en el culo. Parecía que en lugar de un aspirante a Combatiente Sombra, fuera un ente superior al que todos debían pleitesía. "Milej" era un líder nato. Ya en sus primeros pasos en la unidad, dejó a la vista sus dotes de mando y organización, algo que no sentó bien a todo el mundo. El noruego también se había hecho una idea preconcebida de "Jesenoma". Aquel chico de pueblo, alegre y fortachón, le recordaba a un paleto incapaz de distinguir una pistola de una botella de anís, a alguien sin ningún tipo de iniciativa ni aspiración extraído del rincón más oscuro y olvidado del mundo. Le extrañaría que no se pusiera a gritar y a saltar, sorprendido y asustado, cuando alguien encendiese un mechero y obtuviese fuego de forma mágica. Antes de terminar su formación, ya eran inseparables.
Junto a varios aspirantes a combatientes, realizaron un duro y selectivo periodo de instrucción, que pocos lograron superar. Posteriormente, se les destinó a la misma escuadra y hasta la fecha, salvo en contadas ocasiones, siempre habían servido juntos. Por lo general, "Milej" no toleraba el compadreo por parte de ninguno de sus subordinados, pero Jesenoma era una de las contadas excepciones. El sargento era un militar de manual, conocía el reglamento y lo seguía a rajatabla, jamás dudaría en cumplir una orden o una misión.
Era noruego, pero tenía ascendencia rusa. Su nombre real era Iván Novalenkov. Había escogido “Milej”, un mote familiar, como nombre al entrar en "El Reducto". El pasado de "Milej" no había sido una senda floreada. Había robado, extorsionado e incluso asesinado a sangre fría… pero esa era otra historia. Escapó de Noruega, llegando accidentalmente a España, donde colaboró por un tiempo con la mafia rusa… hasta que ingresó en prisión. Cuando salió de la cárcel, decidió que ya era hora de hacer algo menos destructivo e intentar ser alguien. El Reducto había sido la puerta para rehacer su vida, y él era consciente de ello. Lo más probable que de no haber cambiado de hábitos, ya hubiera sido ejecutado en algún ajuste de cuentas. Si bien era cierto que “El Reducto” no era el romántico destino de enamorados desdichados, fugitivos y  delincuentes que pretendían cambiar de vida, allí nadie se interesaba por tu pasado. Daba exactamente igual quien hubieras sido anteriormente, desde que cruzabas esa puerta, eras una mierda más intentando hacerse un hueco entre los grandes.
He terminado, no creo que se complique. Te diría que tuvieses cuidado para que no se te salten los puntos, pero sé que no lo vas a tener. Si la herida vuelve a abrirse, tendré que cauterizarla. No quiero que dejes un reguero de sangre a tu paso. Cuando lleguemos a base pásate por la enfermería y...
¡Milej, date prisa joder, han descubierto nuestra posición, están abriendo fuego! Gritó el Cabo "Rino" con su imponente voz mientras respondía al ataque enemigo. Están entrando en la explanada y desde aquí no tengo tiro.
"Milej" se apresuró en recoger su equipo de sutura, guardándolo metódicamente en su botiquín, descolgó su fusil de la espalda, introdujo un cargador completo, municionó el arma y miró a "Jesenoma" a los ojos, quien sin decir palabra, asintió con la cabeza. Ambos se pegaron al maltrecho muro de piedra que les servía de parapeto. Esta vez, el enemigo no les sorprendería. Les superaba en número, pero ahora podrían responder al ataque, estaban preparados.